A pesar de ser shintoistan, budista y confucionista, Japón celebra la Navidad como la celebran otros países del Asia. Como toda celebración popular, es una fecha propicia para gastar. De hecho el consumo se dispara en este mes más que en ningun otro año. En el Occidente, no hay quien eche a los mercaderes del templo. Durante el mes de diciembre las ciudades japoneses se visten de luces de colores. Hasta la torre de Tokio parece un enorme arbol de navidad. Para los japoneses la navidad es un abuelito dulce y obeso, de bigote y barba blanca, vestido con el uniforme de la Coca Cola. El cristianismo, como en todos los rincones del planeta, desembarcó en Japón con la espada y la cruz de los expansivos europeos del renacimiento. Un monumento recuerda la sangre derramada por los primeros cristianos japoneses y extranjeros crucificados en estas islas. Durante casi trescientos años, Japón se encerró en su caparazón y los pocos cristianos que no renegaron de su fe pasaron a la clandestinidad adorando a Jesús y a la Virgen María en privado y cumpliendo con los ritos budistas o shintoistas en público.
